DE FONDO
Fernando Díaz de León Cardona
Inundadas de buenos recuerdos, deseos y propósitos están saturadas las redes sociales. Los boletines de prensa oficiales y los discursos de nuestros gobernantes; los que están y los que quieren ser son gesta, heroicidad y proeza. De muchos como ellos están llenos los panteones.
Año nuevo, vida nueva. Los sueños, las aspiraciones y las voluntades abundan. Y es que los humanos somos propensos a ello. Viene otro año y la cotidianidad es reflejo e impulso de ambiciones, proyectos, deseos y grandes desafíos.
A la sociedad le interesa terminar este año y comenzar con uno mejor; más próspero; con otras expectativas, al final del día los sueños nunca terminan.
El 2024, será muy movido. La sociedad mexicana seguirá alejada de la recomposición, ya no digamos del tejido social que tanto se habla, sino de la ruptura entre las familias mismas que se han distanciado por las formas de hacer política en este país.
Uno defiende al uno y el otro defiende al otro o a la otra. La polarización social y familiar es real, la vemos todos los días. Los medios nacionales y algunos locales obvio que le abonan y ponen su parte, son magos de la confusión y la confrontación.
Vivimos tiempos difíciles. Con un presidente que cree que esta haciendo lo correcto, y, con una sociedad que observa, siente y resiente. Ya no hablemos de neoliberales o conservadores, de derechistas u izquierdistas; de chairos o fifís, de ignorantes de la historia o sabiondos del mundo actual.
Todos sabemos que vivimos en un México convulsionado; no por alguna guerra civil o riesgo de ingobernabilidad, sino por los modos, estilos de gobernar, de decidir y por la violencia misma que tiene secuestrada al país entero.
Yo no sé si sean los partidos políticos o los políticos mismos, pero las cosas no caminan bien. Hay Abuso, soberbia, impunidad, indefensión, resentimiento y coraje; todos los días lo vemos.
Nos preocupamos mucho de la inmediatez. De nosotros y de nadie más. Los jóvenes, las amas de casa, los obreros, los empleados informales, los hombres de la construcción, los campesinos, andan en otro mundo. Su tema no es ni López Obrador, Claudia o Xóchitl.
No lo es Gabino, Marco Gama, Mauricio, Tekmol, Sonia, Serrato, Azuara, Pedroza, Morquecho, “El Chiquis”, Sarita, Rita Ozalia y otros. A esa sociedad le vale madre quienes sean senadores, diputados o presidentes municipales. A ellos les interesa sobrevivir. Si hay fiesta, bienvenida sea, pero hasta ahí.
Esas clases sociales no son tontas ni retrasadas mentales. Les preocupa y les aterra que este país de la 4T se nos vaya de las manos; que nos convirtamos en un narcoestado y que el Ejército y la Marina controlen líneas aéreas, obras de construcción, aeropuertos, trenes, hospitales, puertos marítimos y la seguridad pública.
Ninguno de los mortales ciudadanos se imagina cual presidenta o presidente tendrá los suficientes arrestos u ovarios para poder decirle algún día a los militares “ustedes ya no”. Esa es la gran preocupación de las generaciones de los 40, de los 60 de los 80s; de las del fin de la pasada centuria y del presente siglo.
No sabemos que pueda ocurrir en los siguientes años. A lo mejor nuestros ojos ya no lo verán, pero una de las grandes angustias de todas esas generaciones que, – si bien reciben o recibirán una pensión del gobierno federal; morenistas o no morenistas, no conceden crédito a una nueva composición social que lo único que les faltaría ver o vivir es la militarización total del país.
Nuestros mejores deseos para el 2024
Hasta entonces.