Toño Martinez
Descubrir las nobles cosas alojadas en el corazón del hombre (y mujeres ) que rompen paradigmas y replantean conceptos equivocados de personas, ocurre en quien menos esperas, en lugares impensados, en momentos inesperados para convertirse en renovación de esperanza en la humanidad, en fe de raíces poderosas y profundas como las del alamo, el pino o el eucalipto; eso lo comprobé de manera casual el Domingo de Misericordia coincidentemente.
Ese día como en diversas ocasiones, un amigo de muchos años me invitó a almorzar para disfrutar de café huasteco – cierto endulzado con melado o jarabe de caña-, para comentar los sucesos que están marcando tendencia política, social, económica y los fenómenos que de ello derivan con repercusión en la vida cotidiana.
Mi amigo es el tronco de una familia trabajadora esforzada y visionaria, exitosa en negocios y en emprendimientos generadores de empleos lo cual les ha ganado una cómoda posición económica y social que los ha llevado incluso a ocupar cargos públicos.
Claro, no todo ha sido miel sobre hojuelas; porque como cualquier familia de clase media alta o pobre, han enfrentado momentos complicados y dolorosos como enfermedades difíciles, y sufrido los vaivenes de los negocios donde no siempre se gana, o se es víctima de intrigas y trampas y saben que el mejor antídoto a los desajustes es trabajar.
La clase media alta para muchos significa ser “rico”, deshumanizado e incapaz de poseer virtudes como la generosidad, bondad y solidaridad con los menos favorecidos mucho menos la misericordia.
Pero, repito, el domingo descubrí la otra cara de la moneda que reavivó el entusiasmo espiritual cuando, después de almorzar y sin dejar de charlar, mi amigo me dijo que tenía que atender un asunto y que si quería me dejaba primero en mi casa para no entretenerme.
Le contesté que no tenía inconveniente en acompañarlo.
Enfiló su auto hacia una de las colonias del Sur de la ciudad donde como en otros sectores persisten factores de desigualdad y dramas de pobreza.
Circulamos por varias calles, donde había lotes ocupados por tejabanes de madera y plásticos, con changarros, loncherías y otros giro comerciales pequeños y el observaba; Luego ingresó a un estacionamiento con piso de grava entre árboles.
A un costado había una casa con techo de láminas viejas, resortes de un colchón a manera de puerta y objetos acumuladas alrededor; llamó a una mujer por el nombre de Juanita y salió una persona de edad mayor vestida humildemente, en chanclas, tratando de acomodarse el pelo desaliñado y con un ojo casi cerrado por un problema de salud.
Se trataba de Juanita, quien vive allí con su padre casi paralítico que usa silla de ruedas, una hija y un hijo también con dificultades de salud. Paga de renta 1300 pesos mensuales y para reunir el dinero del alquiler, alimentar a la familia y comprar medicamentos
Juanita vende tacos por las noches y menudo los fines de semana en uno de los tejabanes ubicado frente al templo de San Juan Diego dónde para colmo, sufre constante acoso por parte de una mujer que tiene un puesto de refrescos y frituras a un costado.
El Sábado de Gloria cuando concluía la misa de bendición del agua, el tejado de Juanita comenzó a quemarse y la feligresía corrió a apagar la lumbre con el agua bendita que llevaban en cubetas, botellones y botellas ya que no hay agua en ese terreno porque es prestado.
La visita de mi amigo a Juanita el domingo me hizo descubrir en él a una persona muy distinta a la que conocía. Es el propietario del lote dónde está el pequeño negocio de Juanita y fue a preguntarle si estaban bien ella y su familia, decirle que sería conveniente presentara una denuncia sobre el incendio y de ser necesario le pondría un abogado para asesorarla.
Pero no fue todo, le ofreció palma y madera que traería de su rancho para reconstruir el negocio, le apoyará con la introducción de agua y drenaje y para darle certeza jurídica sobre el lote firmarían un contrato simbólico de renta por cien pesos al mes que tampoco pagará. Ahí podra trasladarse a vivir con su familia si lo desea. “Vas a poder darles mejor atención ” le indicó.
La mujer se sintió muy emocionada y no dejaba de darle las gracias.
Pero me fui dando cuenta que no es la única persona a la que ayuda pues hace lo mismo con otras familias vulnerables sin patrimonio permitiéndoles vivir en otro espacios de su propiedad.
“Mira me dijo, yo como mis hijos hacemos esa labor social porque si Dios nos ha tratado bien y nos ha dado tantas cosas es justo corresponderle de esta manera”, hay mucha necesidad ‘.
Esos terrenos por su ubicación han tratado de comprárselos pero no acepta porque prefiere ayudar a gente humilde. Y no es todo porque prodiga amparo a jornaleros en sus propiedades y a quienes le piden ayuda.
Mi amigo practica la misericordia que la iglesia tipifica como un don inconmensurable que comprende generosidad, bondad y compartir; pero lo hace con su familia sin buscar reflectores ni protagonismo solo por cantidad cristiana
Esos valores refulgen en tiempos aciagos como el actual lleno de egoísmo y desunión que separan; precisamente el Papa Francisco hizo -como Jesús en su paso por la tierra- de la misericordia uno de sus principales lemas.
El ejemplo que me dió mi amigo ese día, me cambio la perspectiva común sobre los “ricos” y los pobres distanciados. Se que no es el único que manifiesta generosidad, hay más de su condición que mediante organizaciones sociales o en lo individual ven por los pobres y eso llena aún más de optimismo en mejorar el futuro.
Un saludo y un abrazo al ingeniero Antonio Guillén Camarillo por su enseñanza.